Psicología y Mediación

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miércoles, 31 de enero de 2018

Pequeñas violencias

Al igual que el personaje femenino de Retaliación, de Alejandra Tallarico (Argentinos nº 81); al igual que Natalia, una mujer que relata en el Diario.es del 3/12/17 cómo es víctima de acoso en una noche de fiesta, Andrea también tuvo que sufrir esa pequeña (¿?) violencia masculina… (Le llamo pequeña porque pareciera pasar desapercibida pero su impacto es casi igual que cualquier otra violación del espacio de intimidad de la mujer).

Andrea estuvo de rollos con Sergio durante 3 meses, en total se habían acostado unas 5 veces. Aunque él le parecía soso y un poco obsesivo a Andrea le gustaba la sexualidad con él, disfrutaba. Una noche, tras haber tenido relaciones sexuales, Sergio le dice, así de la nada, despectivo… “La próxima vez que me toques la p… te lavas las manos”. Así de sencillo, así de brutal. Andrea se fue a casa sintiéndose sucia, asqueada y con rabia. No lo quiso ver nunca más. 
Después de dos meses Andrea dudaba de acostarse con otro chico que le gustaba mucho. Temía ser lastimada de nuevo, de ser sorprendida por alguna actitud, palabra, mirada hiriente. Temía sentirse sucia de nuevo.

Y lo hizo…se sintió segura y se animó. Aunque también se sorprendió…porque si bien ella siempre ha sido más del estilo que “le gustan que le hagan”, esta vez fue ella la que tomó las riendas, la iniciativa y las propuestas en la cama.

lunes, 24 de octubre de 2016

Whatsapp

Es llamativo como un programa de móvil puede hacer aflorar en nosotros ideas respecto a cómo nos comunicamos ( y sentimos) con los otros, algunas veces de manera no del todo saludable, que pueden hacernos sentir francamente mal.
Muchas personas que usan esta aplicación se quejan que no le han respondido un mensaje, o que la otra persona no se ha mostrado disponible, o no se ha conectado a una determinada hora o siente que no es tenido en cuenta.
Algo parecido ocurre con el facebook. Parejas que han roto y que se encuentran en la necesidad de dejar de ver a su ex-pareja se encuentran con que un amigo/a ha colgado una foto de el/ella con un nuevo grupo de amigos, con una nueva novia/o, o rodeado de personas que antes decía que no podía ver ni quería estar.
Estos nuevos modos de comunicación (con sus códigos diferentes a la comunicación cara a cara en tanto al tiempo de respuesta, disponibilidad, atención) pueden hacen surgir en nosotros fuertes sentimientos de soledad, de no ser tenidos en cuenta, de no ser valorados por los otros.
Tenemos, en estos casos, dos tareas por delante.
La más importante es trabajar en nosotros mismos estos sentimientos de no ser tenidos en cuenta, desvalorizados, de sentirnos solos, aislados.
La segunda tarea es ajustar nuestra manera de comunicarnos en estos nuevos códigos que, de lo contrario, pueden llevarnos a una confusión dolorosa; pareciera que nuestra mente hiciera un paralelismo entre la comunicación en whatsapp y una conversación cara-cara. Si el otro demora en responder un mensaje sería como si el otro nos estuviera escuchando y no nos respondiera, si interrumpe de repente una cadena de mensajes pareciera que interpretáramos esto como que el otro se da media vuelta en medio de una charla y nos deja hablando solos. Y no es así. Personas jóvenes a las que se les consulta suelen manejar estos recursos mucho mejor que personas adultas, como si entendieran realmente de que va este "juego". Si continuamos con la idea de que estos códigos que mal interpretamos (no me tiene en cuenta, no soy importante para él/ella, etc) no es raro imaginar la ansiedad que pueda despertarnos y la necesidad de estar hiperconectados, en apariencia comunicados. Tenemos que pensar que estos recursos no dicen nada ni de nosotros, ni de lo que yo represento para la otra persona.
Si no podemos manejar bien estas herramientas es mejor usarlas para lo básico. Evitar tener conversaciones importantes en estos medios, la riqueza de las emociones está, sin duda alguna, en la presencias, nuestras presencias con los otros.

martes, 11 de octubre de 2016

Vuelta de vacaciones

A Rita le preocupaba la vuelta, el temido regreso de finales de agosto. No tanto por las tareas, relojes, rutinas que una vez más renacerían en sus días sino porque agosto era el único mes en que Eduardo, por algún misterioso motivo, no la maltrataba.
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No hay nada que haya cambiado. El paisaje por donde pasa el tren, que me lleva al trabajo, al centro de la ciudad, en una torre muy alta desde la que se ve el horizonte. Todo es igual.
Sin embargo…revivo el camino del tren como si no lo conociera, exploro la vieja ciudad como un turista y me siento tentado de preguntarle al portero si es el piso 22 donde se encuentra la empresa donde trabajo hace tantos años.
Hago horas extras sólo para contemplar ese atardecer que tantas veces y nunca he mirado.
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Soraya  se fue de vacaciones aunque no lo estuvo.  Aunque su cuerpo posaba, en apariencia relajado sobre la arena su mente, exaltada e hirviente, repasaba facturas y detalles de su nueva escuela infantil a punto de inaugurar. Pensaba que, quizás, no había sido buena idea tomarse unos días pero se sentía agotada. Vacaciones de espacio, en su mente trabajo.
Cuando realmente se relajaba era pensando la playa que visitaría cuando su nuevo proyecto saliera delante.

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sábado, 24 de octubre de 2015

Motivos para tener un/a amante

Más allá de la las prescripciones morales…¿Cuáles son los motivos internos de un hombre /una mujer para tener un@ amante?

Desde la clínica (en el diálogo en sesión con l@s pacientes) observamos distintas motivaciones:

El más “clásico” de los motivos es el que se da entre la tensión de mantener la familia (temor a la pérdida de l@s hij@s, miedo a la ruptura del vínculo con la pareja y su correlato de pérdida de seguridad, ya sea afectiva o económica, etc.) a la vez que sentirse desead@, amad@, sostenid@ (ya que en muchos matrimonios/parejas el vínculo se ha acartonado, ha perdido vitalidad, deseo).

Otro de los motivos que escuchamos es la venganza: la respuesta a una traición amorosa de la pareja, con su correlato de odio y sufrimiento. Aquí el/la amante es más un instrumento (sirve para vengarse contra el otro de la pareja) más que un proveedor de deseo y amor. Nos resulta llamativo que en ocasiones esta parece ser la única manera de aliviar el sufrimiento de la traición (cuando, como vemos en la primera motivación, no se puede abandonar a la pareja) y  así ahuyentar el fantasma de ese otr@ con el que se ha traicionado. Vemos, entonces que la motivación tiene una doble dirección: vengarse de aquel que nos ha dañado, por un lado, y desbancar del lugar de poder que a ha pasado a tener el/la amante en la mente del traicionad@. Como si en la venganza le dijera “Así como mi pareja te ha deseado/amado a mí me pueden (un otro) amarme y desearme”.

Un tercer motivo para tener un/a amante: negar la dependencia al vínculo con la pareja. Como si en el acto de tener un/a amante se le estuviera diciendo “¿ves? No dependo tanto de ti…puedo tener a otro que me satisfaga, me complazca, me desee”. Estos casos se ven más en los hombres, sin duda que por una cuestión problemática de la masculinidad y la dependencia afectiva.

En las mujeres, hablando por supuesto en general, se puede ver más este caso: se tiene un amante para poder realizar con él/ella deseos y fantasías sexuales (no caigamos en el estereotipo de la pareja heterosexual, no obviemos los amantes en las parejas homosexuales ni, por supuesto, descuidemos las relaciones extramatrimoniales homosexuales en personas que se declaran heterosexuales) .Deseos y fantasías sexuales que se representan como prohibidos a la vez que mantener  la figura de la pareja como un hombre/mujer idealizad@ con el que no se realizan estos deseos sensuales/sexuales.

¿Y tú? ¿Cuál es tu motivo para tener un/a amante?


martes, 23 de diciembre de 2014

El piropo machista

“Quiero un hijo tuyo”

Esta es, en mi opinión, la máxima expresión del piropo machista y, creo, el ejemplo más claro que refleja la problemática masculina en torno a la feminidad.
¿Cómo actúa entonces esta problemática a través de este “piropo”?

Al igual que  otros muchos piropos este muestra de manera transparente el siguiente mecanismo:   a través de una consecuencia para la mujer (la gestación) la dominación masculina (intencionada pero inconsciente), omite, borra el deseo masculino (el deseo hacia la mujer)  transformándolo  como perteneciente a ella (“hijo tuyo”); doble beneficio para estas mentes masculinas: por un lado es la mujer quien desea,  poseedora original del deseo , como si ella dijera “dame un hijo”; por otro lado la cuestión de la gestación nos expresa un mecanismo de control, la mujer quedaría marcada (sólo mencionar que variaciones de este “marcado”, mecanismo de violencia y control, tiene su forma extrema en la violaciones sistemáticas a mujeres y niñas  documentadas en la región de Darfur, Sudán).

Lo interesante, para poder entender qué ocurre en la masculinidad, es pensar por qué esta ofensa verbal no expresa directamente el deseo del hombre (“te deseo tanto…”).  Y es que la masculinidad, aquí rígida y limitadora, se ve imposibilitada a reconocer su deseo, su necesidad y dependencia del otro y necesita proyectarla en la mujer (lo mismo que les ocurre a muchos hombres con sus parejas,  con las que no pueden hablar del dolor que sienten, de sus necesidades con respecto a la relación, etc.). Pero aún refleja más: el marcado nos da cuenta de una necesidad de control hacia la mujer, la feminidad, representada aquí como peligrosa.

Urge construir una nueva masculinidad.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Vergüenza

¿Quién no carga sobre sus espaldas situaciones en que se ha sentido avergonzado, en que se ha sentido insignificante, pequeño, mínimo?

¿Quién no ha soportado situaciones de dolor asociadas a la vergüenza?


Pero es que al hablar de vergüenza podemos agrupar en ella:

-aquella vergüenza que regula las relaciones con otros, donde imaginamos situaciones que anticipamos que pueden avergonzarnos y las evitamos.
-la vergüenza lacerante, que hunde nuestra iniciativa y cuyo peso recae, enteramente, sobre nuestra manera de ser.

A esta última también debemos diferenciarla del bochorno, una vergüenza ligada al entorno y que nos hace sentir avergonzados en cuanto estamos sumergido en él. Fuera de esta situación se extingue. Comer con los dedos puede hacernos abochornar en una cena de gala pero en casa lo seguimos haciendo, disfrutando de ello y no nos avergonzamos.



La vergüenza lacerante es distinta, y no está, necesariamente, ligada al rubor o la mirada esquiva.Muchas situaciones en que sentimos rabia o , incluso, culpa, vamos a encontrar que están desencadenados, motivados por la vergüenza.

La vergüenza que afecta a nuestro ser es más dura y complicada.
Nos acompaña por la calle cuando nos imaginamos que las miradas se reposan sobre nuestro cuerpo, sobre aquella parte de nuestro cuerpo que sentimos como deforme, que nos nos gusta.

Vergüenza punzante que tiene múltiples orígenes:


-por que nos hicieron sentir avergonzados en nuestras relaciones más significativas.


-por que nos sentimos identificados con figuras que fueron descalificadas (nuestra madre, por ejemplo, a quién nuestro padre sólo profería calificativos denigrantes , despectivos)


-por que fuimos agredidos física y/o sexualmente.


-por que hemos heredado en nuestra familia vivencias ligadas a ruinas económicas, desengaños, que avergonzaban a nuestros padres , y a nosotros.


-por que formamos parte de un grupo social excluido , que es marginado y depositario de muchos prejuicios.