Si hay algo que nos desgasta es la autocrítica…nos desnuda, nos paraliza, nos exige un esfuerzo de solución sobrehumano…
La autocrítica, la culpa, la inculpación excesiva que inunda, ataca, corroe…y podemos verla en diferentes facetas, bajo diversos rostros:
- “¿Por qué no has hecho/dicho esto o aquello?
(Esto es, preguntando, afirmando en realidad, que uno ha quedado debajo de lo esperado por sí mismo).
- “Eres imbécil”, “Eres un/a incompetente” o “Eres un…”
(A través del ataque y denigración directa).
- A través de la insatisfacción, a pesar de los logros y metas obtenidos,…esa sensación “lo he conseguido y aún así no me siento bien”.
Y es que, mirándonos bien, esta “otra faceta” nuestra se ha ocupado y agenciado un lugar de importancia dentro de nuestra manera de funcionar…por ejemplo, como manera de activarse a sí mismo, como si no pudiéramos funcionar sino bajo la amenaza del látigo y el castigo.
“¿Qué no te sientes capaz!!?...no te quedes… ¡¡afróntalo cobarde!!
Como manera de controlarnos a nosotros mismos, esto es, como si ante una situación placentera, frente a un logro, la otra parte de nosotros creyera que se nos va a ir de las manos, que no vamos a saber controlarlo…
“No te creas que por haber hecho estas buenas relaciones eres una persona agradable...no vaya a ser que te den un plantón y veas quién eres en realidad!!!”
Bajada de humos, podríamos decir.
Y es que en las situaciones de mayor tensión, entre uno mismo y la autocrítica, las personas sentimos una verdadera división de nosotros mismos, un uno contra uno.
“Parecieran dos personas diferentes que se están peleando” nos dicen algunas personas.
Para colmo, para mayor dificultad, nos damos cuenta que se encuentra bien arraigado en nosotros, no es fácil desmontarlo y, otra característica de esta autocrítica, es injusta. Si, es injusta. Desaparece en momentos en que nos achacamos todo tipo de responsabilidades negativas, eso sí es nuestro!!!...somos inadecuados, inútiles, inferiores…ahí no hay duda…. (Freud lo llamaba masoquismo del yo) y, en cambio, cuando tenemos que recoger aquellos frutos que por nuestras capacidades hemos sembrado... ¡“No te lo mereces!! “Es por la suerte, no has sido tu”. (Freud lo llamaba, como contrapartida del primero, Sadismo del superyo, sadismo de la autocrítica diríamos).
Ay!!! Mi bendita (y sádica) autocrítica.