Psicología y Mediación

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lunes, 26 de septiembre de 2011

Autocrítica

Si hay algo que nos desgasta es la autocrítica…nos desnuda, nos paraliza, nos exige un esfuerzo de solución sobrehumano…
La autocrítica, la culpa, la inculpación excesiva que inunda, ataca, corroe…y podemos verla en diferentes facetas, bajo diversos rostros:

  • “¿Por qué no has hecho/dicho esto o aquello?
(Esto es, preguntando, afirmando en realidad, que uno ha quedado debajo de lo esperado por sí mismo).

  • “Eres imbécil”, “Eres un/a incompetente” o “Eres un…”
(A través del ataque y denigración directa).

  • A través de la insatisfacción, a pesar de los logros y metas obtenidos,…esa sensación “lo he conseguido y aún así no me siento bien”.

Y es que, mirándonos bien, esta “otra faceta” nuestra se ha ocupado y agenciado un lugar de importancia dentro de nuestra manera de funcionar…por ejemplo,  como manera de activarse a sí mismo, como si no pudiéramos funcionar sino bajo la amenaza del látigo y el castigo.

“¿Qué no te sientes capaz!!?...no te quedes… ¡¡afróntalo cobarde!!

Como manera de controlarnos a nosotros mismos, esto es, como si ante una situación placentera, frente a un logro, la otra parte de nosotros creyera que se nos va a ir de las manos, que no vamos a saber controlarlo…

“No te creas que por haber hecho estas buenas relaciones eres una persona agradable...no vaya a ser que te den un plantón y veas quién eres en realidad!!!”

Bajada de humos, podríamos decir.

Y es que en las situaciones de mayor tensión, entre uno mismo y la autocrítica, las personas sentimos una verdadera división de nosotros mismos, un uno contra uno.

“Parecieran dos personas diferentes que se están peleando” nos dicen algunas personas.

Para colmo, para mayor dificultad, nos damos cuenta que se encuentra bien arraigado en nosotros, no es fácil desmontarlo y, otra característica de esta autocrítica, es injusta. Si, es injusta. Desaparece en momentos en que nos achacamos todo tipo de responsabilidades negativas, eso sí es nuestro!!!...somos inadecuados, inútiles, inferiores…ahí no hay duda…. (Freud lo llamaba masoquismo del yo) y, en cambio, cuando tenemos que recoger aquellos frutos que por nuestras capacidades hemos sembrado... ¡“No te lo mereces!! “Es por la suerte, no has sido tu”. (Freud lo llamaba, como contrapartida del primero, Sadismo del superyo, sadismo de la autocrítica diríamos).

Ay!!! Mi bendita (y sádica) autocrítica.

jueves, 8 de septiembre de 2011

La capacidad de ser padres

 
“Contra sus temores...”  “…ser padre resultó para Rímini una de esas facultades secretas que, mientras nada en el mundo que nos rodea las exige, son a menudo irreconocibles para nosotros mismos, pero después, …” “…por la simple existencia de un estímulo exterior nuevo, saltan a la vista y se despliegan con una eficacia milagrosa, haciendo gala de la idoneidad y la gama de recursos de las que antes nos creíamos completamente desprovistos”. (1)

En este párrafo nos parece muy interesante lo que describe el autor: ciertas facultades (para ser padres) se despliegan, se desarrollan o podríamos decir, incluso, que recién  las podemos ver en nosotros en cuanto “un estímulo exterior” (el bebé) aparece.
A partir de aquí nos surgen dos preguntas:
¿Cuáles son estas facultades (capacidades) que se despliegan al nacer (o adoptar) un niño?
¿Qué determina el surgimiento, o no, de tal o cual capacidad?

En cuanto a la primera pregunta responderemos, siguiendo a Emilce Dio Bleichmar (2), que entre algunas de estas capacidades podemos mencionar las siguientes:

  • “Capacidad para hacerse cargo del mantenimiento de la vida detectando los riesgos para la integridad física, ya sea en forma personal o proveyendo los medios.”
  • “Capacidades para la regulación de los estados fisiológicos: sueño, hambre, dolor, temperatura.”
  • “Capacidad de disfrutar en el contacto, en las exigencias de disponibilidad y de respuesta emocional de la crianza, lo que se evidencia en interacciones afectivas naturales, espontáneas, auténticas y adecuadas al contexto.”
  • “Capacidad para estar presente, disponible y comprometido en los cuidados.”
  •  “Capacidad de pedir ayuda y confiar en los otros.”
  •  “Capacidades para reconocer, respetar y entonar estados emocionales displacenteros sin reprimirlos, sino contribuyendo a su equilibración.”

Estas son algunas de las capacidades que podemos mencionar…y, visto así, la verdad, asusta. Somos padres y punto; o nos planteamos ser padres y ni se nos ocurre pensar en esto. Pero si hacemos una abstracción de nuestra relación con nuestros hijos, podríamos encontrar a cada una de estas capacidades en nuestro día a día.
Debemos decir además que esta mención no es, ni mucho menos, un “catálogo de capacidades para ser padres” ni es, tampoco, un requisito mínimo exigido para tal tarea.

Si observamos como en la pareja de padres (indistintamente del sexo o, en caso de familias monoparentales, aquél que presta ayuda o auxilia) estas capacidades aparecen, muchas veces, como complementarias, como por ejemplo uno de los miembros de la pareja se hace cargo del biberón por la noche, el otro de día, o la madre amamanta al bebé en brazos y el padre cambia, baña, le arrulla…o un miembro de la pareja es quien consuela en momentos de llanto, tranquiliza, mientras el otro está presente en la hora de juego, etc.

También podemos observar en algunos casos que algún miembro de la pareja se siente “incapacitado” (sin capacidad o con déficit de esta), por ejemplo, quizá un miembro de la pareja no puede quedarse solo con el bebé por miedo a no saber cuidarle, calmarle en momentos de llanto, o temer que sin la presencia del otro el niño corra peligro, etc.

Pero así como es claro esta dificultad, también es claro que estas personas “enganchan” con el bebé (son capaces de poner en marcha otras capacidades) en cuanto este ha crecido y, por ejemplo, a podido sentarse, balbucear un “papá” o “mamá”, interactuar de una manera “más social” con este adulto.

Miguel Pedano.

1) Alan Pauls. “El pasado”.Pág. 282. Barcelona, Anagrama, 2003. Entrecomillado y negritas nuestro.
2) Emilce Dio Bleichmar. Manual de psicoterapia de la relación padres e hijos. Barcelona, Paidós, 2005. Pág.448-449.