“Contra sus temores...” “…ser padre resultó para Rímini una de esas facultades secretas que, mientras nada en el mundo que nos rodea las exige, son a menudo irreconocibles para nosotros mismos, pero después, …” “…por la simple existencia de un estímulo exterior nuevo, saltan a la vista y se despliegan con una eficacia milagrosa, haciendo gala de la idoneidad y la gama de recursos de las que antes nos creíamos completamente desprovistos”. (1)
En este párrafo nos parece muy interesante lo que describe el autor: ciertas facultades (para ser padres) se despliegan, se desarrollan o podríamos decir, incluso, que recién las podemos ver en nosotros en cuanto “un estímulo exterior” (el bebé) aparece.
A partir de aquí nos surgen dos preguntas:
¿Cuáles son estas facultades (capacidades) que se despliegan al nacer (o adoptar) un niño?
¿Qué determina el surgimiento, o no, de tal o cual capacidad?
En cuanto a la primera pregunta responderemos, siguiendo a Emilce Dio Bleichmar (2), que entre algunas de estas capacidades podemos mencionar las siguientes:
- “Capacidad para hacerse cargo del mantenimiento de la vida detectando los riesgos para la integridad física, ya sea en forma personal o proveyendo los medios.”
- “Capacidades para la regulación de los estados fisiológicos: sueño, hambre, dolor, temperatura.”
- “Capacidad de disfrutar en el contacto, en las exigencias de disponibilidad y de respuesta emocional de la crianza, lo que se evidencia en interacciones afectivas naturales, espontáneas, auténticas y adecuadas al contexto.”
- “Capacidad para estar presente, disponible y comprometido en los cuidados.”
- “Capacidad de pedir ayuda y confiar en los otros.”
- “Capacidades para reconocer, respetar y entonar estados emocionales displacenteros sin reprimirlos, sino contribuyendo a su equilibración.”
Estas son algunas de las capacidades que podemos mencionar…y, visto así, la verdad, asusta. Somos padres y punto; o nos planteamos ser padres y ni se nos ocurre pensar en esto. Pero si hacemos una abstracción de nuestra relación con nuestros hijos, podríamos encontrar a cada una de estas capacidades en nuestro día a día.
Debemos decir además que esta mención no es, ni mucho menos, un “catálogo de capacidades para ser padres” ni es, tampoco, un requisito mínimo exigido para tal tarea.
Si observamos como en la pareja de padres (indistintamente del sexo o, en caso de familias monoparentales, aquél que presta ayuda o auxilia) estas capacidades aparecen, muchas veces, como complementarias, como por ejemplo uno de los miembros de la pareja se hace cargo del biberón por la noche, el otro de día, o la madre amamanta al bebé en brazos y el padre cambia, baña, le arrulla…o un miembro de la pareja es quien consuela en momentos de llanto, tranquiliza, mientras el otro está presente en la hora de juego, etc.
También podemos observar en algunos casos que algún miembro de la pareja se siente “incapacitado” (sin capacidad o con déficit de esta), por ejemplo, quizá un miembro de la pareja no puede quedarse solo con el bebé por miedo a no saber cuidarle, calmarle en momentos de llanto, o temer que sin la presencia del otro el niño corra peligro, etc.
Pero así como es claro esta dificultad, también es claro que estas personas “enganchan” con el bebé (son capaces de poner en marcha otras capacidades) en cuanto este ha crecido y, por ejemplo, a podido sentarse, balbucear un “papá” o “mamá”, interactuar de una manera “más social” con este adulto.
Miguel Pedano.
2) Emilce Dio Bleichmar. Manual de psicoterapia de la relación padres e hijos. Barcelona, Paidós, 2005. Pág.448-449.
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