Si hay algo que me molesta es el discurso político, entendiendo con ello, mítines, artículos, comentarios, ruedas de prensa de los políticos. Porque lo siento como un discurso que, en su obviedad insultante, me coloca (como oyente) en el lugar de idiota, de ignorante.
El discurso que uno pronuncia configura al oyente. Obvio, pero parece que se les olvida.
Estamos tan prevenidos del discurso político que sólo es necesario que veamos la imagen de un político (cualquiera sea su ideología) para saber qué nos va a decir, cuáles serán sus obviedades, a quién adulará y a quién denostará…
Sin duda que esto puede ser entendido por una cuestión lógica de mantener a sus votantes ideológicamente unidos y sin fisuras. Puede ser. Pero no por ello deja de ser anquilosado, de cartón, falso.
¿Y por qué hablo del discurso en terapia?
Porque intenta, justamente, lo contrario.
Busca una espontaneidad que aquel carece. Buscar romper lo constituido, lo obvio, lo anquilosado. “Yo soy así”, “yo soy de esta manera” para desde aquí instalar un replanteamiento, una pregunta. “No sé”…. “¿Quizás no soy así? ¿Quizás soy de esta manera en x circunstancias?”
Con esto no quiero decir que no haya en nosotros un discurso que nos defina. Estamos conformados (nos pensamos) por concepciones, abstracciones, razonamientos, pensamientos en torno a nosotros y a los otros.
Pero en la psicoterapia, a diferencia del discurso político (y a otros tantos), “la verdad” (de lo que soy, de lo que siento, de lo que creo) está suspendida a la espera de ser encontrada una vez que me he cuestionado, pensado, acerca de esta verdad y dispuesto a encontrarme cambiando, dispuesto a nuevas perspectivas.
“¿Soy así? ¿Por qué me pienso así? ¿Puedo ser de otra manera?”.
Suena idealista desear escuchar un político salirse del discurso del cartón. No hay que perder la esperanza (los micrófonos abiertos juegan a nuestro favor…léase, por ejemplo, a Sarkosy llamando mentiroso a Netanyahu).
No pierdo la esperanza. Espero mientras, cantando con León Greco,
“Queremos ya un presidente joven
que ame la vida que enfrente la muerte
La tuya, la mía, de un perro, de un gato,
de un árbol de toda la gente”.
que ame la vida que enfrente la muerte
La tuya, la mía, de un perro, de un gato,
de un árbol de toda la gente”.
León Gieco. Los salieris de Charly. Del disco Mensajes del Alma.
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