¿Qué
hace que las personas sigamos ligados, unidos, a una pareja aún
cuando hemos visto, comprobado y vuelto a comprobar, que esta no nos
valora, no nos aprecia como queremos
, que no tiene en cuenta nuestras necesidades y deseos más básicos?
¿Qué
nos pasa que no podemos separarnos?
Pensamos
que si hay malestar, dolor, frustración, la separación debiera ser
el camino a tomar.
Algunas
personas podrían decirnos que es amor. ¿Pero se puede englobar bajo
este sentimiento la idea de no ser tenido en cuenta, la falta de
deseos de construir proyectos comunes o hasta la tolerancia a la
infidelidad?
La
sexualidad se erige, en algunos casos, como el momento en donde las
parejas encuentran aquello que el día a día no da: intimidad,
intensidad, deseo, encuentro con el otro, placer.
Pero
no es suficiente.
¿Qué
es entonces?
¿El
miedo a estar solos?
¿El
miedo y la desolación de tener que construir un mundo nuevo desde
cero, re-modelando, reconstruyendo nuestra vida y proyectos futuros?
¿Los
hijos? Pensar que, a causa de la separación, privaríamos a nuestros
hijos del vínculo con el otro.
¿El
tener la expectativa de que el otro pueda, algún día, cambiar?
¿La
rutina?
¿La
culpa? Esto es , machacándome que soy yo la/el culpable de que el
otro sea así y que si llego a cambiar el otro también lo hará.
¿La
sobre-adaptación? Acomodándome a las demandas y necesidades del
otro dejando mis necesidades de lado. “Si él/ella me dice que
dentro de 2 años podremos pensar en tener hijos...es mejor
así...quizás me estoy apresurando”.
¿Porque
el otro, aún con sus demandas desmedidas o insatisfactorias nos hace
sentirnos útiles, valorados, importantes?
¿Porque
nos brinda una seguridad básica, antídoto a nuestros sentimientos
de soledad?
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