Uno de los planteamientos más frecuentes en mujeres que atraviesan un mal momento con su pareja es la falta de comunicación.
"¿Y él que te dijo?"
Nada
"¿Nada?"
Nada.
Uno se queda absorto.
¿Cómo que nada?
En realidad, la mayoría de las veces , dice algo...dice cosas...pero, claro está, no responde a lo que se necesitaba escuchar.
¿La pregunta está mal expresada o es él quién evita la respuesta?
¿Cómo puede ser que, compartiendo tanto tiempo, actividades, responsabilidades, nos cueste tanto entendernos el uno al otro?
Psicología y Mediación
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Psicólogos y Mediación familiar Madrid
miércoles, 12 de diciembre de 2012
miércoles, 28 de noviembre de 2012
La pareja en conflicto (la familia extensa)
Si hay un punto que suele ser tema de
dificultad en una pareja, y sus conflictos, ese es la familia. La
padres de él/ella, cuñados, etc. son una, nada despreciable, fuente
de conflicto hasta el punto que a veces nos planteamos si es
realmente un beneficio el tenerles cerca o si, por el contrario, la
distancia no sería una mejor solución.
Suegras/os que sentimos que invaden
aspectos de la vida privada, de la educación de los hijos, de la
manera de vivir, etc; invasiones que, en ocasiones, lleva a la pareja
a un posicionamiento que deja el terreno dividido entre “con
nosotros o contra nosotros” con consecuencias nefastas para la
pareja.
Por lo común es el nacimiento de un
hijo el que precipita todo ( pareciera que los padres/suegros
entienden el ámbito privado, íntimo de la pareja , pero en cuanto
nace “su nieto” esta frontera se perdiese).
La educación, la transmisión de
normas y valores, los medicamentos y curas que el niño debe tomar
cuando se enferma suelen ser los disparadores de un conflicto que, si
es llevado mal, puede llevar a grandes heridas en cada miembro de la
pareja e incluso al divorcio.
¿Qué se hace con una familia y qué
con la otra?
¿Cuánto tiempo se compartirá con
cada una de ellas?
¿Cómo se gestionan los mensajes de
una familia a otra (“mi madre piensa que no deberíamos llevar a
los niños a....” “mi padre cree que deberías....o
deberíamos....”)?
El tema de la legitimidad de estos
discursos. Si nuestro marido acepta lo que sus padres le dicen o
cuestionan...si nuestra esposa lo mismo.
En mi opinión lo importante es cómo
esta nueva pareja va desarrollando una nueva estructura familiar,
unos nuevos códigos propios que, sin dejar de pertenecer a la
familia extensa pueda tener el suficiente desarrollo para enfrentar
sus proyectos particulares y resolver los problemas y conflictos por
sí misma.
“La unión de dos personas con la
intención de formar una familia, constituye el comienzo formal de
una nueva unidad familiar. Pero entre la iniciación formal de una
familia y la creación de una unidad viable hay un gran trecho. Una
de las tareas que enfrenta la nueva pareja es la negociación de su
relación con la familia del cónyuge. Además, cada familia de
origen debe adaptarse a la separación o separación parcial de uno
de sus miembros , la inclusión de un nuevo miembro....”. “Si las
estructuras de las familias de origen, instauradas desde hace mucho
tiempo no se modifican, es posible que llegue a amenazar el proceso
de constitución de una nueva unidad (familiar)” .(entre-paréntesis
nuestro)(1)
1- Salvador Minuchin. Familias y
terapia familiar. Editorial Gedisa. 2009.
sábado, 27 de octubre de 2012
Nosotros, los vende-patrias
Nosotros,
los vende-patria
Una paciente me relataba en sesión cómo le afectaba que en su mes de vacaciones en Argentina pudiera ser tratada de “vende-patria”, ser acusada de haber abandonado el barco (que por entonces se hundía) como las ratas.
Una paciente me relataba en sesión cómo le afectaba que en su mes de vacaciones en Argentina pudiera ser tratada de “vende-patria”, ser acusada de haber abandonado el barco (que por entonces se hundía) como las ratas.
Veo
con estupor una nota en el diario El País del 15 de junio de 2012
que cuenta las vivencias de algunos argentinos que, tras la crisis en
España, se están volviendo. Se lee en el título: “Allí
nos llaman vende-patrias porque no nos quedamos a pelear la crisis”.
Mirado
a la distancia (física y temporal) suena un tanto curioso y hasta
podríamos decir divertido.
Vende-patria.
Alguien
que vende una patria, al final una abstracción.¿Y quién se la
compraría?,¿a cuánto?, y lo que me llama más la atención: ¿Para
qué compraría una patria?
¿Habrá
un oscuro mercado de patrias donde los despatriados y nómadas
involuntarios pugnan por conseguir tan preciado tesoro?
¿A
cuánto cotiza la patria argentina?
Nos
vinimos buscando un futuro, ya ni mejor, sólo un futuro.
No
recuerdo que nadie valorase allá si éramos más o menos patriotas.
Nadie
me hizo nunca un ofrecimiento por mi sentimiento patrio. Nunca nadie
lo pesó ni lo tasó.
Creo
que nadie nos lo hubiera comprado.
Aquí
en España nadie compra patrias tampoco. Es más, aquí es como un
objeto rancio,anticuado, prescindible.
También
podríamos jugar con las ideas.
Si
los que nos vinimos somos unos vende-patrias podemos pensar que los
que se quedaron son masoquistas incurables.
La
maquinaria ideológica del poder.
Lo
desmiento.
Mi
patria es mi lengua, mis amigos, mis recuerdos. Y estos siempre
quedan fuera del mercado.
miércoles, 19 de septiembre de 2012
Divorcio
"Ya me divorcié. El otro día nos fuimos con mi ex -pareja, y nuestros abogados, respondimos unas preguntas y ya estamos divorciados. A pesar que llevamos años separados y yo sentir que todo estaba resuelto...me sentí extraña. Cuando llegué a casa, no sé, me sentí rara. No lloré, pero comprendí....si se trata de quererse o no...y me di cuenta que él ya no me quería".
jueves, 9 de agosto de 2012
Duelos en la distancia*
Emigrar es difícil, es un complicado
proceso de adaptación, de acomodación y asimilación. Durante el
mismo nos vemos abocados a renuncias múltiples (también a nuevas
adquisiciones): nuestra antigua cultura, nuestras familias, amigos,
objetos, etc.
Pero si esto ya implica un reto para
nuestra mente mucho más lo es el afrontamiento de la pérdida de
seres queridos que quedaron en nuestros países de origen.
En general, si no surge ningún
imprevisto, las noticias del paso del tiempo, con sus nuevas
adquisiciones y enfermedades, llega en torno a nuestros padres. Una
intervención quirúrgica, una enfermedad agravada, suelen ser las
primeras noticias de que el tiempo, allá, tampoco se ha detenido.
El duelo es otro de los grandes retos
que tenemos que afrontar los humanos. Constantes duelos. El emigrar,
como señalábamos, implica pérdidas, implica un trabajo de duelo.
La muerte de los seres queridos. Dentro
del proceso de emigración, es un proceso de duelo dentro de otro
proceso de duelo. Y no es fácil.
La situación variará mucho, sin duda,
si hemos dejado a nuestros hermanos o familiares cuidando de ellos, o
si, por el contrario, están solos; si las relaciones fraternas son
buenas o se han enfriado con el tiempo; si la relación con nuestros
mismos padres era buena o no.
Dependerá de cómo sea nuestra manera
particular de abordar estas pérdidas, si hemos podido ir a verlos o
hemos preferido quedarnos.
Un persona me decía, tras perder hace
años a su padre, que la manera que había encontrado para despedirse
era escribiéndole una carta a su difunto padre; cómo se sentía,
las cosas que extrañaba de él y las que no le gustaba, lo que le
hubiera gustado hacer si estuviera vivo era lo que la carta contenía.
Como dice Robert Neimeyer en "Aprender
de la pérdida" estas “cartas sin enviar”, como les llama, no
tiene por fin “cerrar las heridas” sino, por el contrario, abrir
un diálogo en torno a la pérdida y su elaboración.
Otra persona, en cambio, me contaba
(con algo de tristeza) que prefería ignorar las llamadas de sus
hermanos ante la convalecencia de su madre. Pelear la supervivencia
en el exilio ya era mucha carga como para elaborar, por el momento,
una pérdida difícil.
-Aprender de la pérdida. Robert Neimeyer.2007. Editorial Paidos.
*Artículo publicado en la revista Argentinos.es http://www.argentinos.es/
lunes, 9 de julio de 2012
Separarse
"Tuve
que matar a mi ex-pareja".
Esto
me decía una amiga cuando me contaba sobre su ruptura de pareja
y cómo se había sentido tras esta. Y su frase me impactó. Claro
esta que “la mató” simbólicamente; me gustaba el termino
“matar” que utilizó porque daba cuenta de la enorme energía que
le exigía tener que intentar dejar de pensar en su ex, en qué había
pasado entre ellos, que cosas sentía que había hecho mal para que el
otro la dejase, que atributos imaginaba que poseía la nueva novia de
su ex-pareja que ella no tenía, si volvería a sentirse amada y
amando a otra persona,etc.
Con
todo esto no es raro que tras una ruptura de pareja encontremos, en
algunas personas, la necesidad de encontrar rápidamente a alguien
con quien establecer una relación sexual. Verse atrapada/o en la
intensidad del deseo, de la mirada del otro, del placer del contacto,
el sentirse vitalizado, vivo, por la intensidad de la relación
sexual (o , también hay que decirlo, por representarse una venganza
hacia la otra persona que nos ha abandonado) es un fuerte antídoto,
leve, que nos salva del dolor ante la pérdida.
El
largo proceso requiere que nuestra mente, nuestra pasión, nuestros
afectos puedan dirigirse hacia alguien que nos valore y nos aprecie
como somos, a veces tan costoso como tener que “matar” a alguien
dentro nuestro.
jueves, 31 de mayo de 2012
Rupturas de pareja
¿Qué
hacer cuándo nos deja una pareja?
¿Qué
hacer cuándo sabemos que nos ha dejado por otra persona o , que tras la
ruptura, aparece otra persona?
Pienso
que en primer lugar tenemos que ubicarnos, ante esta situación, ante el
fenómeno del duelo y sus características más comunes: sentimientos de vacío,
apatía, desgana, llanto incontrolado, falta de ganas de vivir, etc.
Y en
segundo lugar, y lo que me parece muy importante, tenemos que llegar a
comprendernos ante la pérdida y las funciones que esta pareja cumplía para nosotros.
¿Funciones? Me explico:
¿Era mi pareja una persona a la que yo cuidaba
y de la cuál tenía que estar pendiente (de sus relaciones, de su trabajo, de la
pareja en sí)? O sea, estar con esta persona me brindaba sentimientos de ser útil,
de ser necesitado por el otro y la importancia de que la pareja dependiera de
nosotros. Ahora que nos ha dejado ¿Cómo nos sentimos?
¿Era mi
pareja una persona que me trasmitió que yo era lo más importante, que nunca me
dejaría, que era la más bella/o (contrarrestando así sentimientos propios donde
me sentía poco deseado, poco aceptado, poco querido)?
Así,
probablemente, me llene de sentimientos de vacío, me embargue al sensación de
que no podré conseguir otra persona que me de afect, como si el otro se hubiera
llevado lo mejor de mi.
¿O fui
, con mi pareja, una persona que dejó sus relaciones de amistad para acoger las
de él/ella, dejé las relaciones familiares propias para adaptarme a su familia
y sentirme parte de ella?
Seguramente
sienta ahora, en que nos han dejado, que nuestro entorno ha quedado despoblado,
pobre y que tengo la necesidad de
reiniciar, regenerar mis relaciones y mis vínculos e intentar, poco a poco,
repoblar mi mundo (con mis emociones, con mis sentimientos, con mi familia, con mis amigos).
jueves, 15 de marzo de 2012
Emigrar
Qué diferente era todo cuando llegamos.
Nuestros países de origen ardían en crisis enormes (algunos casi literalmente) y venir a España no era sólo una decisión acertada sino, incluso, lógica.
Han pasado años y nuestra mente, en algunas personas más que en otras, se fue haciendo la idea de que esta España sería “nuestra nueva casa” (ganando nuevos amigos, conociendo nuevos lugares, absorbiendo las nuevas formas de vida). Resolvíamos entonces la eterna tensión de la emigración con el argumento de que a “nuestros antiguos países” no se podía volver, era imposible, “están muy mal”.
Crisis en España. (¿Quién no pensó, sean honestos, que estas malditas crisis le persiguen a uno de manera implacable?).
Y ahora… ¿Qué hace nuestra mente para gestionar la tensión de la nostalgia?
Debemos reconocer que entre los que llegamos no todos somos iguales y no llegamos con las mismas expectativas y proyectos futuros; pienso en aquella madre ecuatoriana que juntaba euro a euro para poder enviar a Ecuador y terminar su casa, un proyecto de emigración con fecha de regreso; pienso en la familia colombiana que dejó un terrible pasado ( de secuestros, de violencia) y que la resolución de la crisis en España nunca implica un volverse sino en buscar un nuevo espacio, con nuevas expectativas de futuro; pienso en el profesional argentino que se vino “dejando atrás tierra quemada” y que expresa, con rotundidad, que no volvería “nunca más”. No me siento reflejado en ninguno de ellos. Admito, me he quedado sin coartada.
¿Qué hace mi mente para gestionar ahora la tensión de la nostalgia?
“Me vuelvo” podría decirme a mí mismo. Pero ya dijimos que llevamos años construyendo la “idea” de una nueva identidad, no es cuestión de deshacerla en un segundo y menos cuando, conocedores de estos temas, sabemos que hay mucho idealizado… ¡como cuándo vinimos a España!
¿Y si volviera? ¿Qué ocurriría? Tzvetan Todorov, en su libro “El hombre desplazado”, nos cuenta sus vivencias en torno a la “visita” que hace a su país de origen, Bulgaria, tras 18 largos años en París:
“El exiliado de regreso al país natal no se asemeja en nada al extranjero de visita, ni siquiera al extranjero que él mismo fue al comienzo de su exilio”. “Cuando llegué a Francia, en 1963, ignoraba todo de este país.” “Llegó el día en que tuve que admitir que ya no era un extranjero, al menos en el mismo sentido que antes”. “De un día para otro (el exiliado que regresa) descubre tener una visión del interior de dos culturas, dos sociedades diferentes. Me bastó encontrarme de nuevo en Sofía para que, inmediatamente, todo volviera a serme familiar, ahorrándome así los procesos de adaptación preliminares. Me sentía tan cómodo en búlgaro como en francés y tenía el sentimiento de pertenecer a las dos culturas a la vez”.
Pudiera parecer en un comienzo una situación favorable pero el autor nos responde que no. Que su visita a Sofía le significó “días de malestar y opresión psíquica”. Nos explica que, en primer lugar, sus valores habían ya cambiado, no era lo mismo el nacionalismo en Francia que en Bulgaria. En segundo lugar :
“Este malestar se reprodujo bajo otra forma en las conversaciones con mis amigos en Sofía. Por ejemplo, alguien se quejaba de las condiciones de su vida. Cuando oigo las mismas quejas en París, puedo recurrir ante mi interlocutor a toda clase de sugerencias, que serán más o menos convincentes pero que, por estar basadas en un horizonte en común, le inducen a escucharme. No ocurría así en Sofía. Si yo trataba de ponerme en la “piel” de mi interlocutor, luego también en la de mi personaje búlgaro, proponía soluciones específicamente “búlgaras” a su problema. Sentía entonces que este me oía con desconfianza: `Si las cosas fueran tan fáciles´, parecía decir su silencio reprobador (cuando no su voz), ` ¿por qué no te quedas aquí para probar tu propio remedio?´.
¿Volver o no volver? Lo que queramos, con la condición de aceptar que ambos procesos exigen de nosotros un trabajo psíquico de importancia.
“…los antiguos amigos con los que me encontraba me decían: `no has cambiado absolutamente nada. Eres exactamente el mismo´. No me complacía oír eso. Era una forma de negar los dieciocho últimos años, de hacer como si no hubieran existido, como si yo no hubiera adquirido una segunda personalidad”.
Citando un cuento de Henry James, Todorov se pregunta “¿Qué habría sido de mí, que habría podido llegar a ser si me hubiera quedado en mi país?”. La pregunta, regresando, actúa también en sentido inverso ¿qué habría sido de mí si me quedaba en España?
¿Entonces? Si queremos seguir adelante en este largo proceso de construcción de nuestra identidad en España no nos queda más que asumir que deberemos atravesar las crisis como atravesamos las épocas de bonanza, con sus dificultades y dolores. Puede parecer agotador (y la tentación de ir a “la tierra prometida” es fuerte), pero las expectativas a construirnos de manera más rica y plural es un buen incentivo.
Si queremos volvernos tendremos que saber que ya no somos los mismos, que nos espera un nuevo proceso de transculturación (la adquisición de un nuevo código sin pérdida del antiguo), una nueva adaptación que nos permita, sin borrar los años de emigrantes, demostrar y demostrarnos que hemos vuelto más viejos… y más sabios.
*Artículo publicado originalmente en www.argentinos.es
Miguel M. Pedano
-El hombre desplazado, de Tzvetan Todorov. Editorial Taurus. 2008.
miércoles, 29 de febrero de 2012
Pensar al otro
Ayer entró un hombre en el bar donde me encontraba. Estaba sucio, barba de días, y estaba alerta. Le dijo al camarero que ya pediría algo, miró la comida que estaba en la barra, abriendo la puerta para salir gritó muy fuerte "¿Aquí para el autobús?" y se fue dando un portazo.
En la parada del autobús, a escasos metros del bar, lo vi hablándole casi a gritos a un joven con auriculares que le prestaba escasa atención. "¿Aquí para el autobús?...me puede contestar....¿aquí para el autobús?".
Me quedé mirándolo hasta que paró un autobús y subió.
Le dijo a la conductora que ya le pagaría, que le había entrado una basura en el ojo...se tapaba los ojos...como hacen los niños esperando hacerse invisible a los otros.
Para mi sorpresa la conductora se levantó y le exigió que bajase. Se puso más nervioso, se fue al fondo del autobús y empezó a pedir a los pasajeros que había en ese momento que le pagaran el billete. Cuando la conductora le cogió del brazo este se aferró al pasamanos y empezó a gritar que no se bajaría, que seguiría en el autobús.
Yo no creo siquiera que supiera cuál era el recorrido de esa línea y a dónde quería ir.Me ofrecí a pagarle el billete; "si , gracias, gracias..págueme el billete" exclamó.
La conductora me increpó y me exigió que no lo hiciera. Marqué el billete y me bajé. Con enfado la conductora me decía que eso no se podía hacer, que esta persona no tenía el billete. Sólo pude, en mi desconcierto, decirle "no ve que no está bien de la cabeza?".
No quiero decir nada sobre la conductora y si debería haber dejado o no pasar a esta persona al autobús. No, no es el tema.
Lo que me pregunto es por qué nos cuenta tanto acomodarnos al otro, por qué nos cuesta mirar al otro, ponernos en su mente, imaginarnos que es lo que puede estar pensando y sintiendo, ajustarnos al otro. Una persona con trastornos mentales, una persona mayor, un niño exigen del adulto el esfuerzo en pensar que puede estar pensando, sintiendo, viviendo y, en caso de que no sea posible hacer este ejercicio, será necesario pensar que esa persona con trastorno mental puede ser nuestro hermano, esa persona mayor nuestro padre, ese niño, nuestro hijo.
Esto no es baladí. La capacidad más específica de nosotros está en juego.
En la parada del autobús, a escasos metros del bar, lo vi hablándole casi a gritos a un joven con auriculares que le prestaba escasa atención. "¿Aquí para el autobús?...me puede contestar....¿aquí para el autobús?".
Me quedé mirándolo hasta que paró un autobús y subió.
Le dijo a la conductora que ya le pagaría, que le había entrado una basura en el ojo...se tapaba los ojos...como hacen los niños esperando hacerse invisible a los otros.
Para mi sorpresa la conductora se levantó y le exigió que bajase. Se puso más nervioso, se fue al fondo del autobús y empezó a pedir a los pasajeros que había en ese momento que le pagaran el billete. Cuando la conductora le cogió del brazo este se aferró al pasamanos y empezó a gritar que no se bajaría, que seguiría en el autobús.
Yo no creo siquiera que supiera cuál era el recorrido de esa línea y a dónde quería ir.Me ofrecí a pagarle el billete; "si , gracias, gracias..págueme el billete" exclamó.
La conductora me increpó y me exigió que no lo hiciera. Marqué el billete y me bajé. Con enfado la conductora me decía que eso no se podía hacer, que esta persona no tenía el billete. Sólo pude, en mi desconcierto, decirle "no ve que no está bien de la cabeza?".
No quiero decir nada sobre la conductora y si debería haber dejado o no pasar a esta persona al autobús. No, no es el tema.
Lo que me pregunto es por qué nos cuenta tanto acomodarnos al otro, por qué nos cuesta mirar al otro, ponernos en su mente, imaginarnos que es lo que puede estar pensando y sintiendo, ajustarnos al otro. Una persona con trastornos mentales, una persona mayor, un niño exigen del adulto el esfuerzo en pensar que puede estar pensando, sintiendo, viviendo y, en caso de que no sea posible hacer este ejercicio, será necesario pensar que esa persona con trastorno mental puede ser nuestro hermano, esa persona mayor nuestro padre, ese niño, nuestro hijo.
Esto no es baladí. La capacidad más específica de nosotros está en juego.
jueves, 2 de febrero de 2012
El odio rencoroso y vengativo
Esto puede sonar extraño, pomposo, alarmante. “Hay que estar muy mal para sentir eso”, se podría pensar. Pero no, no es así.
Personas que sufren del odio rencoroso y vengativo es más frecuente de lo que se puede pensar. Veámoslo en un ejemplo.
Alguien (una persona cercana, un conocido, una familiar, un amigo, la pareja) nos dice o hace “algo” que nos ofende, nos frustra, nos humilla, nos hiere; desde aquí el sentimiento de humillación y rabia van en aumento. En nuestra mente no dejan de sucederse, una y otra vez, la misma escena en la que nos dañaron y si surge alguna modificación (donde nos vemos a nosotros mismos atacando al otro, vengándonos, dejándole en ridículo al que nos humilló) esta no tarda en “darse vuelta” y otra vez (ese otro todopoderoso para nuestra mente) nos vuelve a humillar.
Es llamativo que las personas que sufren (destaco el sufrimiento) de odio rencoroso y vengativo expresen estas vivencias de odio como “echar fuego”, algo que les quema por dentro, “escupir bilis negra” o el “clavar alfileres al otro”.
Pao, un autor destacable en este tema, propuso una de las funcionalidades del odio rencoroso y vengativo: “odiar es sentir algo, lo cual es mucho mejor que sentirse con falta de propósito, vacío, amorfo o abrumado por ansiedades. El odio rencoroso y vengativo puede transformarse en un elemento esencial del cual deriva un sentido de mismidad y sobre el cual uno formula su propia identidad”. “No quiero odiar pero tengo que hacerlo. Si no soy una persona que siente odio, no soy nadie. Y no quiero ser nadie”
Entre las posibles causas del odio rencoroso y vengativo varios autores (A.Morrison, Broucek) sugieren que niños víctimas de abuso, tratados con arrogancia y desprecio siente una vergüenza punzante, hiriendo su autoestima y sintiéndose vulnerables a situaciones de la vida diaria. En definitiva, sintiéndose impotentes. El odio rencoroso y vengativo es, por decirlo así, el antídoto ante la impotencia que genera la vergüenza.
Aunque parezca difícil el odio rencoroso y vengativo tiene cura, eso si, con un trabajo terapéutico arduo.
-Pao N (1965). The role of hatred in the ego. Citado por Joseph Lichtenberg y Barbara Shapard en el artículo “El odio rencoroso y vengativo y sus recompensas: una visión desde los sistemas motivacionales”. Revista de Psicoanálisis Aperturas, Nº 8 de Julio 2001.
miércoles, 11 de enero de 2012
El parto, una experiencia única.
No quiero escribir ahora sino sobre un aspecto del parto, uno de los más importantes, junto a la madre,...el bebé.
Tras el embarazo y sus fuertes expectativas,ansiedades y miedos (especialmente aquellos que en nuestra mente representan al bebé en peligro y nos mantienen en un estado de alerta insoportable) se produce esto de lo que quiero hablar: el bebé aparece ante nosotros perfecto, lo sostenemos y , aunque la interacción puede parecer imperceptible (el calor del cuerpo, el olor, el gimoteo del bebé) ¡ahí está!. Cubrimos al bebé de toda nuestra disposición emocional a tal punto que este amor nos quema, nos duele...nos quema porque nos cuesta imaginarnos la vida sin él, que pudiera ocurrirle algo, estamos totalmente dependientes del bebé, todo nuestro ser.
No es raro que suceda esto. Nuestra especie nos predispone al cuidado del niño que depende totalmente de nosotros.Y no es extraño tampoco que, estando tan dependientes con el bebé, otras relaciones (y en especial la pareja) sufran tan fuerte desgaste , sobre todo, durante el primer año.
Este enamoramiento, este amor que quema, se irá diluyendo con los años. Por necesidades del niño.Y por necesidad de los padres.
Tras el embarazo y sus fuertes expectativas,ansiedades y miedos (especialmente aquellos que en nuestra mente representan al bebé en peligro y nos mantienen en un estado de alerta insoportable) se produce esto de lo que quiero hablar: el bebé aparece ante nosotros perfecto, lo sostenemos y , aunque la interacción puede parecer imperceptible (el calor del cuerpo, el olor, el gimoteo del bebé) ¡ahí está!. Cubrimos al bebé de toda nuestra disposición emocional a tal punto que este amor nos quema, nos duele...nos quema porque nos cuesta imaginarnos la vida sin él, que pudiera ocurrirle algo, estamos totalmente dependientes del bebé, todo nuestro ser.
No es raro que suceda esto. Nuestra especie nos predispone al cuidado del niño que depende totalmente de nosotros.Y no es extraño tampoco que, estando tan dependientes con el bebé, otras relaciones (y en especial la pareja) sufran tan fuerte desgaste , sobre todo, durante el primer año.
Este enamoramiento, este amor que quema, se irá diluyendo con los años. Por necesidades del niño.Y por necesidad de los padres.
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